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En los años ochenta y noventa un disquete de 3,5 pulgadas costaba un dinero importante, y la diferencia entre los disquetes de 3,5 de doble densidad y alta densidad era importante. De la nada surgió la leyenda del agujero extra en los disquetes de 3,5 pulgadas de doble densidad que los convertía en alta densidad.
En el año 1984 fue lanzado al mercado un nuevo soporte externo de grabación de información para los ordenadores: el disquete de 3,5 pulgadas de doble densidad (DD). Dicho soporte venía a sustituir los discos flexibles de 5,25 pulgadas, de mucho mayor tamaño, muy endebles, y con la mitad de capacidad.
El disquete de 3,5 pulgadas de doble densidad también disponía de dos caras de grabación, y la unidad lectora podía leer y grabar por ambas caras simultáneamente (no había que darle vuelta al disco). La capacidad del disco era de 720 kilobytes.
Coloquialmente, al disquete de doble densidad se le conocía como baja densidad.
En el año 1987 fue lanzado el disquete de 3,5 pulgadas de doble cara y alta densidad (HD) que doblaba la capacidad del anterior hasta alcanzar los 1.440 kilobytes, que era una capacidad más que respetable para aquellos años. Coloquialmente, al disquete de doble densidad se le conocía como baja densidad.
Físicamente y a la vista del ojo, la única diferencia entre ambos disquetes era que el de alta densidad tenía un agujero extra en la parte inferior, simétrico al extremo opuesto donde se encontraba el agujero con el selector que permitía proteger el disco contra escritura. No había más diferencias físicas externas.
...los disquetes de alta densidad eran más caros que los de baja densidad...
Posteriormente, a finales de los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, los disquetes eran altamente populares entre los usuarios de la informática, y al comprar discos vírgenes para grabar información en ellos, los de alta densidad eran más caros que los de baja densidad... Y por ello se comenzó a difundir la siguiente leyenda urbana: «al agujerear manualmente el disco de doble densidad, se podía formatear para alta densidad y duplicar su capacidad».
En aquellos años, sobre todo los aficionados a la informática más jóvenes, se lanzaron a agujerear discos de doble densidad para duplicar su capacidad, y la leyenda aumentó. Actualmente la explicación accesible en Internet sobre este asunto es la siguiente: «el efecto de agujerear los discos solo funcionaba en algunos casos, ya que seguramente -y puntualmente- el disco de doble densidad era un disco de alta densidad que no había pasado los controles de calidad y era re-etiquetado como doble densidad». Es decir, que a aquella persona a la que le funcionaba el truco del «agujero extra», era afortunado porque realmente no tenía en las manos un disco de doble densidad, sino uno de alta densidad defectuoso re-etiquetado como el hermano menor. Y además se añade que era muy arriesgado usar el truco porque, como tal disco defectuoso, era fácil perder la información grabada en el disco trucado. En definitiva, al navegar por Internet buscando información sobre el «agujero extra», se le considera como una leyenda urbana y no como algo real y contrastado.
Calentar la punta de un destornillador de estrella mediante un fogón de cocina de gas o mediante un simple mechero, era la herramienta perfecta para el «agujero extra».
Ahora deseo contar mi experiencia personal con este asunto del «agujero extra». Allá en los años del «boom» de los disquetes de alta densidad contaba con quince o dieciséis años de edad, y me convertí en un experto «agujereador» de discos; la técnica era sencilla, como la carcasa de los discos era de plástico, cogía un grupo de cuatro o cinco disquetes perfectamente superpuestos uno sobre otro, calentaba la punta de un destornillador de estrella mediante un fogón de cocina de gas o mediante un simple mechero, y una vez adquirida la temperatura ideal, atravesaba con el destornillador los disquetes por la misma zona donde existe el agujero en los discos de alta densidad. En total pude hacer un agujero extra a medio centenar de disquetes. El resultado es que el 100% de los discos agujereados los pude formatear como alta densidad y obtener de ellos los 1.440 kilobytes que en teoría no deberían disponer.
Según mi experiencia personal la explicación oficial a la leyenda no es cierta, no era una casualidad encontrar un disco de baja densidad que era de alta re-etiquetado por no pasar el control de calidad, ya que absolutamente todos los discos que había agujereado podían ser formateados como alta densidad con el truco. Mi explicación -no contrastada- a este asunto es sencilla: cuando se comenzaron a fabricar los discos de alta densidad se dejaron de fabricar los de la baja densidad, y solo se etiquetaban como tal los discos de alta que no pasaban los controles. Es decir, que siempre se dejaban como baja densidad aquellos discos que no pasaban controles, por lo tanto cualquier disquete de baja densidad era susceptible de ser utilizado como alta mediante el «agujero extra».
¿Problemas de fiabilidad al agujerar los discos de baja densidad?
El único punto sin explicación es la fiabilidad. Según la información que circula por Internet sobre esta leyenda, los pocos discos que eran susceptibles de ser utilizados como alta con el agujero extra, deberían tener problemas con la fiabilidad al grabar en el espacio extra por ser discos defectuosos. Ni un solo disco del medio centenar que pude agujerear dieron problemas de fiabilidad ni tuvieron alguna pérdida de datos.
La técnica del «agujero extra» dejó de aplicarse cuando la propia evolución de la informática obligó a dejar de comercializarse los discos de baja densidad... con 720 kilobytes poco se podía grabar en la nueva generación tecnológica de la informática.
¿Leyenda o realidad?. Las respuesta, siguiendo mi propia experiencia personal, es clara.
Coloquialmente, al disquete de doble densidad se le conocía como baja densidad.