En los años 80, en los laboratorios de IBM, Walter Doherty y Ahrvind Thadani descubrieron algo sorprendente: los usuarios trabajan con más fluidez cuando un sistema informático responde en menos de 396 milisegundos. A este hallazgo lo llamaron Umbral de Doherty. Ese tiempo, apenas cuatro décimas de segundo, es el punto en el que nuestro cerebro mantiene el ritmo de la tarea sin sentir interrupciones. Si la respuesta supera ese límite, empezamos a percibir la espera, perdemos concentración y el sistema nos parece lento, aunque la diferencia sea mínima. Gracias a esta regla, IBM optimizó sus terminales y sentó una base que hoy sigue presente en el diseño de páginas web, apps, videojuegos y sistemas operativos: todo debe reaccionar en menos de medio segundo para que la experiencia se sienta instantánea.
Hoy recordamos auqella investigación de principios de la década de los años ochenta del siglo pasado que llevó a determinar cuánto es el tiempo máximo de espera en la relación máquina y ser humano.